
"(...) Las potencias opuestas al bloque italo-alemán en Europa, y por consiguiente de España, consideraban que, en el juego europeo, la carta española era de segundo orden. Por dar jaque a Italia y Alemania en España, no solamente nadie arrostraría un conflicto grave, pero ni siquiera una tensión diplomática, ni un enfriamiento de las ententes ni de las amistades oficiales. Esta situación alcanzaba también a la URSS (...)".
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